Comentario
Después de la guerra de Sucesión (1700-1714) se produjo el ascenso a la Corona española de los Borbones, quienes llevaron a cabo una profunda reforma en muchos aspectos de la vida española y, también, en la arquitectura, algo que quedó bien reflejado en Madrid. La nueva dinastía borbónica trae a España nuevas ideas en lo político y lo administrativo. Una de las de mayor repercusión es quizás la necesidad de dotarse de un estado fuertemente centralizado, en el que se hace necesario, por tanto, ejercer el gobierno desde una gran capital, al estilo fundamentalmente del París francés de Luis XIV. Esta idea, comenzada a poner en práctica por Felipe V, nieto de Luis XIV, será continuada por sus sucesores borbones, quienes se esforzarán por hacer de Madrid un lugar clave para la vida política, económica, social y cultural de España.
De los monarcas borbónicos, será Carlos III quien tenga mayor influencia sobre la fisonomía de la capital, siendo conocido como "el mejor alcalde de Madrid". Realizó el primer ensanche, en el sector meridional, con las amplias avenidas y paseos de Acacias, Delicias, Melancólicos, Olmos y Chopera, mandó construir la actual Puerta de Alcalá, los Paseos de la Castellana, Recoletos y Prado y el Museo del Prado. Durante su reinado la población alcanzó los 160.000 habitantes.
Su consonancia con las ideas ilustradas imperantes en la época le llevan a promover la construcción de obras públicas, para uso y disfrute de los ciudadanos, a veces continuando la labor iniciada por sus predecesores. Las calles se amplían y se adornan con fuentes y jardines; se construyen puentes y nuevos y más modernos edificios; se arreglan caminos; etc. Para ello, los monarcas se rodean de grandes arquitectos, como Sabatini o Villanueva, que dan a la ciudad un aire neoclásico.
El ansia de saber y enseñar al pueblo se manifiesta en la construcción del Jardín Botánico o del Gabinete de Historia Natural, embrión del posterior Museo del Prado. Fuentes como la de La Cibeles o Neptuno engalanan las avenidas. La Puerta de Alcalá, obra de Sabatini, enmarca los paseos en los que la sociedad madrileña juega a su deporte favorito: ver y ser visto.
Arquitectura aparte, durante el Siglo de las Luces Madrid se convierte en punta de lanza del movimiento ilustrado. Se fundan Academias, como las de la Lengua, la Historia, la de Jurisprudencia de Santa Bárbara o la de Bellas Artes de San Fernando. También se crean nuevas instituciones de enseñanza superior, como el Seminario de Nobles, fundado en 1725 a instancias de Felipe V; la Real Escuela de Mineralogía de Madrid o la de Veterinaria; los Reales Estudios de San Isidro; la Librería Real (1716) -núcleo de la futura Biblioteca Nacional-; el Real Gabinete de Máquinas; Laboratorios de Química General, Química Aplicada a las Artes y Química Metalúrgica; el Observatorio Astronómico, de Villanueva, etc.
En Madrid, las instituciones oficiales se bastaban para aglutinar a la mayor parte de los representantes del movimiento ilustrado, con nombres como los de Antonio de Capmany, Pedro Rodríguez Campomanes, Eugenio Llaguno, Antonio Tomás Sánchez, Casimiro Gómez Ortega, José Vargas Ponce, Juan Bautista Muñoz o Gaspar Melchor de Jovellanos, Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Tomás de Iriarte, Félix de Samaniego, Casimiro Gómez Ortega o entre otros muchos.
En la primera mitad del siglo XVIII se produjo la destrucción del alcázar debido a un incendio (1734) y, en 1738, se inició la construcción del Palacio Real, abarcando hasta 1764.